El partido es a todo o nada. Pero nada es seguro en cuanto al resultado, la única certeza es que la mayoría de los argentinos hoy son más pobres que hace una semana y que a 2024 entrarán en peores condiciones. En tanto, la disputa política es a todo o nada porque el Presidente hizo una movida que sorprendió e incomodó a toda la casta: puso a la dirigencia tradicional en el duro brete de tener que asumir una posición a favor o en contra del decreto de necesidad y urgencia, bien a lo Massa: por sí o por no. Es así por el derrotero institucional que debe seguir el mega decretazo que metió en la semana: para que caiga debe ser tratado y rechazado por ambas cámaras del Congreso, con el voto de la mitad más uno de los presentes en ambas sesiones. No hay terceras vías, es sí o no. De alguna manera sometió a su juego a todos los dirigentes, los arrastró a su terreno con un mecanismo de dudosa constitucionalidad y los puso a bailar a regañadientes al ritmo de sus intenciones. Eso mientras, a la vez, enviaba un mensaje a sus votantes, o al 56% que lo respaldó en las urnas: que se mueve con celeridad para tratar de satisfacerlos.
Milei lo hizo, podrán decir sus seguidores. Lo real es que ni en dos, tres o cuatro meses, o en un año -como lo admitió- se van a observar síntomas sociales y económicos de mejoramiento. En ese clima negativo no puede hacer otra cosa que exponer que es capaz de meter el bisturí a fondo, ya que es lo que prometió, y para eso justamente lo votaron. Ir a fondo, y como sea. En esa línea tomó el riesgo de comprar las iniciativas de Sturzenegger -escritas en principio para una eventual presidencia de Patricia Bullrich- y lanzarlas al ruedo como parte del paquete de la libertad que viene pregonando. Sin embargo, el mayor riesgo que asumió es el de jugarse por un DNU con cientos de derogaciones de leyes condensadas en más de 37.000 palabras que puede ser rechazado con el argumento de que viola la Constitución; puntualmente el inciso 3 del artículo 99 que refiere a las atribuciones del Poder Ejecutivo.
Los constitucionalistas hicieron cola para arremeter contra el DNU, los mismos que cada vez que el kirchnerismo bordeaba peligrosamente los límites constitucionales le pegaban y lo acusaban de antirrepublicanos.
En esta movida del libertario se observa algo bien típico de la política tradicional, o de casta: arrojar una propuesta intempestiva en un ámbito legislativo para poder saber con quién cuenta, o no; lo que se consigue obligando a una votación por una cuestión nimia; así, cuando se blanquean los votos se conoce qué respaldo a futuro puede tener. Con su mega decreto, Milei abrió principalmente una grieta ideológica y ya sabe, a partir de las declaraciones públicas de muchos congresistas, con quiénes puede contar para tal o cual propósito. Claro, esa división se da básicamente entre los ex socios de Juntos por el Cambio, donde muchos han expresado su acuerdo con muchas de las iniciativas pero han salido a objetar el instrumento. La forma y no el contenido, como se viene repitiendo a manera de título. El libertario puede ir anotando en su agenda, con la que se muestra en público, los nombres de los que estarían de su lado si arroja leyes y no decretos que avancen sobre las prerrogativas del Congreso.
Desde ya, ideológicamente Milei no cuenta, ni contará, con el peronismo, que se expresó en contra y que a través de sus distintas expresiones políticas, gremiales y sociales, ha rechazado el decreto de necesidad y urgencia. El argumento es el mismo que el de los radicales, peronistas republicanos, algunos del PRO y de la Coalición Cívica: se avasalla a la Constitución. Claro que en el caso del PJ, que no suele destacarse por su apego a la ley, el rechazo es más ideológico, por más que alguna vez el peronismo en su conjunto haya acompañado a Menem, el referente de Milei. Del PJ, o Unión por la Patria, el Gobierno puede esperar la mayor oposición en la calle. Razones no les van a faltar para justificar movilizaciones y ceses de actividades, ya que fue el propio Milei el que dijo que todo va a empeorar y que la situación de crisis se va a mantener durante todo el año que viene.
En el PJ no quieren dejar pasar la oportunidad de ponerse a la cabeza del malhumor social, el de hoy y el del que sobrevendrá; su intención será representar a los futuros indignados, al mismo tiempo que debe resolver la crisis interna de liderazgo. O sea, en el peronismo, o la coalición que compone UxP, habrá una realidad compleja y que hará a su supervivencia: que emerja un líder del espacio y que ese político represente a los que empiecen a desilusionarse por los resultados de la gestión. Difícil. El hecho de mostrarse unidos como el viernes, en una reunión en la que estuvieron Kicillof, Massa y Máximo Kirchner, va en esa línea. Rechazar todo el decreto tiene ese sentido, como el no considerar que alguna propuesta pueda ser conveniente; tienen que mostrarse opositores. Lo son.
Milei sabe que no puede contar en ese camino con el PJ, sí, en cambio, puede sumar a los halcones del PRO y a algunos radicales que ya han dicho que están de acuerdo con sus iniciativas pero no con la forma de presentación. O sea, les da el republicanismo que le exigen y seguro puede contar con ellos. Anotados. La cuestión es si Milei se resignará a reconsiderar su decisión, porque con el mega decreto sacudió al país, dividió las aguas, los que están con él y los que no, los que están de acuerdo con sus propuestas y los que no. Abrió una nueva grieta, bien a lo casta: ellos y nosotros.
Una forma de ampliar su base de sustentación política, especialmente en el Congreso, donde está débil institucionalmente y donde necesita obtener mayorías para avanzar con sus ideas. La vicepresidenta Villarruel le mostró un camino cuando unió a toda la oposición al peronismo en el Senado y le ganó en la elección de autoridades: seducir a los antiperonistas y aislar al peronismo, que ya está mostrando que quiere ser más opositor que el resto.
En un país acostumbrado a la grieta, a la existencia de dos opciones electorales (hasta este año, claro), los compañeros saben cuál es el rol que les toca asumir siendo opositores: mostrar que el camino del libertario no es el mejor. No cabe sorprenderse, van a usar todos los medios al alcance y van asumir los costos de ser señalados como desestabilizadores. La carta a favor con la que juegan es que la situación social tardará demasiado en mejorar -vale repetir, dicho por el propio Gobierno-, apostando a que cedan los niveles de tolerancia hacia el libertarios. Mientras tanto, Milei los ha puesto a jugar en el campo que él eligió, y con la chance de que no se puedan poner de acuerdo en el Congreso los representantes de UxP y JxC para rechazar el DNU. También los puso en el brete de tener que dialogar y ponerse de acuerdo para frenar el mega decreto, y es difícil que dirigentes de dos espacios que vivieron y alimentaron la grieta para enfrentarse y diferenciarse, de repente se olviden de sus disputas y resentimientos y se junten para trabajar contra Milei. El Presidente tal vez considere que si fueron agua y aceite, hoy tampoco se podrán juntar.
En este aspecto, son los correligionarios los que tienen en sus manos la responsabilidad de inclinar la balanza, y esta vez no podrán abstenerse, tendrán la difícil misión de decir que no, ajustándose a su defensa de la tradición republicana, o avalar al libertario. Es un trance complicado para la UCR, porque si quiere nuevamente ser alternativa de gobierno tiene que ser una oposición, constructiva pero oposición al fin. Debe resolver ese problema político. El PJ y los halcones del PRO, o macristas, ya han resuelto ese dilema, los primeros serán opositores a ultranza, y los segundo aliados a ultranza. En cierto punto, el radicalismo puede ser, con sus conducta política, la fuerza que asegure la gobernabilidad del sistema.
Sin embargo, la movida de Milei con su DNU, ha dejado en manos de la casta la responsabilidad de acompañarlo o no. Pateó el tablero. Como dijimos, hizo algo bien a lo Massa, les preguntó a todos por sí o por no: ¿están con el decreto?